Autor: Juan Guillermo Gómez García
Contacto: guillermo.gomez@udea.edu.co
Al parecer, las actividades universitarias, en estas circunstancias de excepción, se han contraído a actividades virtuales de confinamiento. La universidad virtual confinada se ha impuesto, quiera quien no quiera, de un modo que nos resulta cada vez más lejano, no solo el día venidero de volvernos a ver con colegas, amigos y estudiantes cara a cara, en salones de clase, cafeterías, conferencias o marchas, sino que se nos vuelven borrosas las más cercanas experiencias del semestre que apenas concluyó. Es un síntoma de abatimiento moral o quizá una extraordinaria ocasión para imaginarnos una Edad Media express, de encierro meditabundo como monjes de abadías, con la sutil diferencia de tener conexión a Internet y Rappi. Los que disponen de la una y solicitan el servicio de lo otro, claro está.
Dos meses de encierro han venido dejando mil lecciones personales y colectivas a las que cabe ir dando un perfil más determinado, para los estudios socioculturales. La imagen del mundo globalizado la vemos como en un congelador, en una dimensión que nunca pudo imaginar la pobre fantasía del cine de Hollywood. Calles desoladas, centros turísticos sin multitudes, avenidas emblemáticas solo con algunos guardas y ambulantes perdidos, íconos del mundo haciendo en el hogar lo que hacemos muchos, imágenes televisadas mil veces de gente pegada a un ventilador artificial advirtiendo: “vea, vea”, es decir, todas cosas para reinventar ociosamente qué empezamos a hacer con nuestro entorno familiar. Bolsas mundiales desplomadas, presidentes que se arrogan funciones legislativas y hasta judiciales, pactos diabólicos para controlar los precios de combustibles, invasión mediática sin control, especulación de guantes, alcohol, jabones antibacteriales, tapabocas, y, sin dejar de faltar, no perderse el espectáculo gratuito, como en Mario y el mago de Thomas Mann, del charlatán circense, Donald Trump, que nos alienta en la esperanza de que el gran coloso hace aguas.
Ha habido de todo, y resulta cansón tratar de hacer un inventario de las nimiedades que han trastornado, pasajeramente, nuestra vida diaria que es a la vez el ritmo y trayectoria auto-conferida de nuestro yo universitario. Resulta una tentación referir pues a la propia experiencia, y repensar desde allí, especulativamente, lo que parece que va a cambiar en nuestro entorno académico, sin que tengamos que acudir a un oráculo a domicilio. Pero ofusquemos al querido lector con achaques de pandemia.
Ha habido de todo, y resulta cansón tratar de hacer un inventario de las nimiedades que han trastornado, pasajeramente, nuestra vida diaria que es a la vez el ritmo y trayectoria auto-conferida de nuestro yo universitario. Resulta una tentación referir pues a la propia experiencia, y repensar desde allí, especulativamente, lo que parece que va a cambiar en nuestro entorno académico, sin que tengamos que acudir a un oráculo a domicilio. Pero ofusquemos al querido lector con achaques de pandemia.
No había nunca antes hecho uso de una herramienta virtual, del Google Meet, para ser más precisos. No sabía que existía y cuando tuve que someterme a la torturante tarea de abrir el correo institucional (que tampoco nunca había abierto en 20 años de profesor), buscar los puntos de la pantalla y asombrarme que se podía convocar a los estudiantes a clase para verse por un agujero, no hizo sino sentirme en pañales. Fue casi una experiencia triunfal. Estuve cuatro horas, sin perder la concentración, y estimo sin matar la paciencia del estudiante, pues todos permanecimos allí, vinculados del modo más inverosímil tras el azar de la piedra filosofal. Pisé de este modo la luna del siglo XXI, y no me quejé de modo alguno.
Así he seguido manteniendo las clases, tanto en la Universidad de Antioquia y la Universidad Nacional (aquí ya terminé semestre hace un mes). Descubrí el Google Meet, para mi beneficio y de mis estudiantes, y no deseo con ello ponderar sus virtudes académicas en absoluto. Fue una suerte de lotería docente, que la gané sin comprar el billete. Es pues solo un caso, uno entre otros con consecuencias muy adversas que deben ser evaluadas en cada caso.
Sabemos (esto que digo lo sabemos todos) que lo inquietante, frustrante e indigno en esta experiencia de confinamiento, es que nuestros estudiantes carecían en buena parte de conexión a internet, de computador (que es como carecer en esta era digital de cepillo de dientes), que no tenían condiciones aptas hogareñas o siquiera razonables para estar en casa, pues algunos no tenían comida. Otros no tenían paciencia y así a mi entorno más cercano de estudiantes los quise animar con llamadas no corrientes. Esto hizo del debut triunfal docente, del banderillero Juan Guillermo Gómez García, un caso odiosamente paradójico.
El confinamiento ha generado para el país una experiencia en general traumática, como hemos visto. Todo se sale de las manos a un gobierno que no se cae porque no tiene ni peso para ello. Flota como un corcho, a donde las corrientes turbias y oscuras lo lleven. Vemos, eso sí, con la mayor preocupación, los agostos especulativos a favor de la banca, de los grandes empresarios del agro y otras aves del mal agüero. Pero veo con la mayor preocupación un anuncio que pasó, muy sesgadamente y casi invisible, en noticias. Se trataba de la promoción de paquetes docentes virtuales de las grandes multinacionales para colegios y universidades. Fue noticia y a la vez publicidad. Así que la educación virtual se va a convertir en un doble o triple negocio, por donde se mire. Se enriquecen las grandes multinacionales, se enriquecen los intermediarios (son los de siempre, Tom-Jerry & Co.) vendiendo estos paquetes al Ministerio de Educación Nacional (MEN), y el MEN puede ir prescindiendo, a mediano y largo plazo, del gremio magisterial. Amanecerá y estaremos en babia.
La editorial «Sobre el confinamiento docente” fue publicada en la Revista Colombiana de Ciencias Sociales volumen 11, número 2, del año 2020.
Nota legal:
Taryn Elliott. (24 de abril de 2020). Ordenador, portátil, trabajando, casa, ventana. [Imagen de Pixabay]. https://pixabay.com/es/photos/personas-estudiantes-universidad-6027028/
Cómo citar este texto siguiendo las indicaciones de la séptima edición de APA:
Gómez García, J. G. (2020). Sobre el confinamiento docente [Editorial]. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 11(2), 390-395. https://doi.org/10.21501/22161201.3629