Autor: Juan Diego Betancur Arias
Correo electrónico: cienciayacademia@amigo.edu.co
La muerte es un proceso que hace parte de la vida. De hecho, todo el tiempo nos educan en modelos y perspectivas pro-vida; como si nuestros ciclos jamás fueran a finiquitarse. Muy pocas veces o casi nunca el ser humano realiza construcciones o reflexiones acerca de la finitud o la seguridad de morir. Esta es una invitación a oscultar en las zonas recónditas de la experiencia, cómo nos encontramos con relación a la muerte, en tiempos donde cada vez se hace más azaroso vivir.
La modificación o reestructuración en los rituales de muerte a causa de la crisis pandémica, ha llevado a que en estas prácticas solemnes tengan que re-descubrirse nuevas formas o maneras para asumir la muerte, para despedir a los seres queridos, para crear un tránsito iluminado entre la vida terrenal y la eternidad.
Entre los cambios que hoy se presencian a todo nivel, este me ha generado la necesidad de referir y reflexionar sobre el concepto de muerte emergente que viene surgiendo, tras semejante realidad.
Nuestros seres queridos hoy se despiden por videollamadas, con trajes de protección para no infectar después de muertos. Los que no mueren por COVID-19, tampoco tiene derecho a rituales de muerte presenciales, básicamente porque son momentos que congregan a muchas personas y ahora debemos estar distanciados a toda costa.
Imaginen tener que despedir a su ser querido por una videollamada, que sus exequias sean virtuales, que el cementerio no sea un paso obligado y que su novenario impida que las familias se reúnan entorno a la pérdida y el camino que se emprende a través del duelo, para gestionar el coctel de emociones. Es sin lugar a dudas el contexto más fértil para poseer otras vivencias, conceptos y representaciones acerca de la muerte.
Una de las fortalezas que tiene el ritual fúnebre como lo asumimos en nuestro país, es establecer la oportunidad a los dolientes de confirmar de manera objetiva que su ser querido ya no está, no habitará lugares, no hará parte del tiempo presente y su espacio quedó inerte por falta de animación física y presencial. Ante esta nueva realidad, ¿qué pasará con los procesos de duelo?, ¿las personas tardaran más tiempo en asumir que su ser querido no está?, ¿qué consecuencias puede traer esto a la salud mental de los dolientes?, ¿qué emociones quedan después de una vivencia como esta?
Entre enero y febrero las familias enteras, amigos, conocidos, compañeros o amantes, podían presenciar y participar de los rituales fúnebres ante la pérdida del ser querido. Eran momentos íntimos donde se compartía la tristeza, la angustia y el llanto, la alegría, el agradecimiento, la nostalgia y los recuerdos con aquellos que forman parte de nuestras redes.
Hoy los cementerios son virtuales, máximo 10 personas pueden acompañar el ritual de muerte y, al final, un cofre de cenizas que no necesariamente provienen del cementerio, nos devuelven de manera casi que mágica a un ser humano hecho polvo, en ocasiones tan rápido y sin el empirismo que se requiere para asimilar en nuestro cerebro la nueva realidad que se posa en los repertorios vitales.
Nuestros seres hoy parten sin el calor de una mano que los estreche de amor y llene de tranquilidad al momento de avanzar al plano eterno. Se van tristes por no despedirse como ellos hubiesen querido o merecido. Son tiempos donde uno de los procesos vitales más importantes del hombre es mediatizado por la tecnología 5G.
Nota legal:
Helge V. Keitel. (12 de julio de 2012). On call 24/7 [Imagen de Flickr]. https://www.flickr.com/photos/17088227@N00/21236578204/
Cómo citar este texto siguiendo las indicaciones de la séptima edición de APA:
Betancur Arias, J. D. (21 de octubre de 2020). La muerte y los cementerios virtuales. Blog Fondo Editorial Universidad Católica Luis Amigó. https://editorialluisamigo.home.blog/2020/10/21/la-muerte-y-los-cementerios-virtuales